lunes, 29 de febrero de 2016

Chécale

En la residencia estudiantil “La Fraternidad” de la ciudad de Concepción del Uruguay (provincia de Entre Ríos), los internos que allí se alojaban para cursar todos los años del ciclo secundario, conservaban en la vida social dentro del internado usos y costumbres que provenían de años anteriores, a lo que denominaban la “tradición Fraternal”.
Una de esas costumbres era la de someter a manteadas, sumisiones, y vejámenes, no muy encomiables, a los novatos que ingresaban por vez primera, y a los que habituaban denominar como “pichicatos”.
A estos novatos recién se los consideraban compañeros fraternales después de enseñarles una especie de grito de entusiasmo que le daban sentido de unión y solidaridad a los que le pronunciaban, y que, año tras año, el día del aniversario de la fundación del instituto (el 14 de Mayo), los internos veteranos exclusivamente del 4to año les enseñaban en una ceremonia especial.
Habitualmente ingresaban a la residencia entre veinte y treinta jóvenes, de diversas edades, que iniciarían sus estudios secundarios en el colegio nacional “Justo José de Urquiza”, y los menos en la escuela normal “Domingo F. Sarmiento”.
En la fecha anteriormente indicada, se celebraban las ceremonias de iniciación a cuyo efecto los veteranos del 4to año de internado hacían formar fila a los pichicatos, y los llevaban caminando hacia las afueras del pueblo, a un lugar bellamente dotado por la naturaleza. Consistía en una hondonada extensa, que se formaba al lado del arroyo “de la China” (afluente del Río Uruguay); lugar especialmente desierto, ocupado ocasionalmente por algunas mujeres que iban al borde del mismo a lavar grandes cantidades de ropa con sus claras aguas.
A ese lugar lo denominaban “La Salamanca”, y el ritual consistía en enseñarles individualmente, unas palabras extrañas que expresaban frases incomprensibles que constituían el grito de solidaridad y fraternidad que los mantendría unidos por toda la vida; pero lo no muy agradable era que esas enseñanzas se impartían con una elevada dosis de castigos corporales, como palmadas, patadas, y otra suerte de vejámenes. En caso de que algún novato, habiéndose enterado del contenido de ese ritual, hubiera tratado de aprender ese grito de solidaridad antes de ir a “La Salamanca”, y era descubierto, se lo consideraba un pícaro, y en vez de acortar el trámite, se lo prolongaba…
Cuando los instructores consideraban que todos los pichicatos ya habían aprendido el “Chécale” daban por concluida la ceremonia y regresaban al internado formando una fila nuevamente. Los vecinos que los veían entrar de esta forma en la ciudad, que era de una forma parecida al modo en que los soldados Romanos transportaban a sus prisioneros, no se sorprendían, porque ellos también conocían esa tradición. A partir de esa fecha, y habiendo aprendido el “Chécale”, recién se consideraban “fraternales” a los pichicatos.
Y la frase que pronunciaban a coro decía así:

“CHÉCALE, CACHÉCALE, CACHÍN CHAU CHAU;
PÓMALE, CAPÓMALE, CAPÍN PAU PAU;
CACHÉCALE, CAPÓMALE, CARRA RA RA;
TALCA UELKA LEDELKA LEDELKA
TALCA UELKA LEDELKA LEDELKA
IU PAYTÍ, IU PAYTÁ;
IP RA, IP RA, IP RA”


Esta locución, lingüísticamente incomprensible, no tiene traducción alguna, pero sirvió durante muchos años como grito de unión y amistad, y era como un himno que se entonaba para agasajar a los ex – internos del instituto que lo volvían a visitar. Y tanto arraigo tuvo en sus espíritus, que aún muy lejos de ese lugar, donde llegaban a encontrarse varios fraternales, les placía entonar nuevamente ese grito, aunque carecía de melodía, de armonía, y aunque le daban un ritmo apresurado. Y esta inexplicable costumbre persistió en cada uno de los que vivieron en esa residencia de estudiantes, hasta el final de sus propias vidas.

martes, 16 de febrero de 2016

Por que las puertas

El palacio de los Tribunales de la ciudad de Buenos Aires es el edificio emplazado en la manzana comprendida entre las calles Lavalle, Uruguay, Tucumán y  Talcahuano. Fue construido a principios del siglo XX y diseñado por el arquitecto napolitano Dr. Francesco Tamburini, quien vivió entre los años 1846 y 1894, y quien fue contratado por el gobierno argentino de Julio A. Roca. Diseño también el exterior de la Casa Rosada (sede del P.E. de la Nación), del Teatro Colón, del Congreso Nacional, y otros edificios públicos de Córdoba y residencias privadas.
El palacio de Tribunales lo diseño respetando al máximo las normas arquitectónicas de los antiguos romanos según los restos del Foro que aún quedan en pie. Así, en su parte superior colocó dos replicas sintéticas de las Tablas de la Ley (ley de las XII Tablas) que fue el 1° Código Civil Romano y del cual derivan todas las instituciones del Derecho; fueron redactadas a instancia del Tribuno de la Plebe Terentilo Arsa (462 A.C.). Se colocaron en el Foro Romano para su publicidad  pero se perdieron posiblemente por el saqueo de los galos en el 390 A.C., y no fueron reestablecidas.
Como decoración de las paredes de los patios interiores del palacio, Tamburini coloco replicas de las “fasces” que, sobre el hombro izquierdo portaban los Lictores, que eran funcionarios judiciales que podían azotar o verberar a los infractores… y hasta decapitarlos con las hachas que sobresalían de esos “atados”. Siglos mas tardes esos “atados” (fascios) pero de personas, darían lugar a la palabra “fascismo” (perdón la digresión).  Los fascios estaban compuestos por unas veinte varillas semiflexibles atadas entre si. Con fuertes correas de cuero; y de entre ellas sobresalía un hacha, todo lo cual era un símbolo del imperium que ejercían los lictores. Las varillas eran para azotar (flagelar) y las hachas para ejecutar a los mas díscolos, aunque en los anales romanos no se registran ejecuciones (amputaciones, decapitaciones) cumplidas por estos funcionarios. Los lictores eran fundamentalmente un cuerpo de custodia de algún magistrado: a los cónsules les correspondían 12, y a los dictadores (nombrados por el Senado) 24. Los pretores tenían 6, y el último de la fila que formaban era el “próximas lictor” y solía ser el de más confianza. Fuera de Roma, los lictores vestían una tunica escarlata ceñida por un ancho cinturón de cuero tachonado con adornos metálicos, y dentro de la ciudad vestían togas blancas y portaban fasces sin hachas (pues allí tenían poder limitado) ya que no podían ejecutar a nadie, aunque si azotar.
En el frente del edificio, que mira hacia la plaza Lavalle, se abren tres amplios pórticos, inicialmente abiertos y sin ningún dispositivo para abrir o cerrar el paso, en clara alusión de que la casa de la Justicia, al estilo Romano, debía estar permanentemente abierta para que todos los habitantes de la ciudad puedan entrar y salir libremente para reclamar por sus derechos. Esto fue así hasta promedios del siglo XX, en que una circunstancia política vino a dar por tierra con esta garantía republicana...
Pese a que durante su gestión gubernativa, Frondizi se convirtió en un dócil y obediente ejecutor de las voluntades del Ejercito, esto no impido que los altos mandos de éste organismo promovieran un movimiento sedicioso que resultó triunfante.
A los 4 años y medio de su periodo presidencial, un grupo de oficiales superiores del Ejército irrumpieron en la Casa Rosada; depusieron a Frondizi del cargo que ejercía y dispusieron su inmediato traslado (en calidad de detenido) a la cárcel militar de la Isla Martín García, en la desembocadura del Río Uruguay en el de la Plata. Entre tanto los oficiales sediciosos probaban en la Casa Rosada el confort y lo mullido del Sillón Presidencial, atribuyéndose entre ellos las mejores prebendas…
Como la labor del gobierno se había dedicado a traicionar sistemáticamente todas y cada una de las proposiciones blandidas por Frondizi en su campaña proselitista, el vicepresidente Dr. Alejandro Gómez renuncio a su cargo, abandonándolo de forma definitiva: en la ocasión no había vicepresidente.
El Senado Nacional estaba presidido, internamente (por ausencia del vicepresidente de la Nación) por el primer vice del cuerpo, el Senador José María Guido; y en virtud de la dispuesta por la ley de Acefalía, en caso de ausencia de los miembros del P.E. a el le correspondería la presidencia de la Nación Argentina.
Nadie conocía la fisonomía de Guido: de modo que el día siguiente de la asonada, cuando este accedió al Palacio de Tribunales y subió hasta el 4° piso (donde están las dependencias de la C.S.J.N.) nadie se apercibió de esa presencia. La Corte estaba reunida en pleno, Guido se metió en el medio y exhibiendo sus credenciales, se dio a conocer, pidiendo se lo autorizara a asumir la 1° magistratura que le correspondía en virtud de la “ausencia” del presidente, la inexistencia de “vice” y lo dispuesto de la Ley25.716 de Acefalía. Tras breve deliberación, la C.S.J.N. le tomo el juramento de rigor, y así Guido se convirtió en Presidente Constitucional de la Nación Argentina. Obviamente, si no hubiera logrado acceder al Palacio, o si se le hubiera impedido llegar a las dependencias de la Corte, distinta hubiera resultado la historia…
La gestión gubernativa, que duró un año y medio, fue una labor anodina. Siguió obtemperando dócilmente la voluntad de la cúpula militar, mientras el verdadero titular del P.E. se encontraba privado de su libertad, internado en una prisión militar dentro del territorio Nacional. Durante el año y medio que duro esta gestión, absolutamente nadie cuestiono esta aberración jurídica que significaba esa situación, probablemente porque nadie quería asumir la defensa de un ex mandatario que había resultado un aranoso traidor. Al año y medio, cuando expiro el plazo del periodo presidencial que le había correspondido, Frondizi, desde la cárcel, emitió una “declaración” dando por concluido su periodo presidencial (como si hubiera ejercido hasta ese momento), lo que implicaba roborar  el despojo que se había cometido, y entonces fue puesto en libertad.
De esta suerte hicieron colocar, obturando los tres accesos principales, amplias chapas de bronce (que pintaron de verde oscuro) cerrando el hall “de los Pasos Perdidos” dejando la estatua-alegoría de la diosa Temis en su interior, con pequeñas puertas en su parte inferior para que por ellos pase una sola persona, si la abren para permitir su paso… Así, con tal de controlar a voluntad, el acceso al Palacio, los militares no tuvieron reparos en arruinar la bella arquitectura del frontispicio del edificio, gastando el dinero del erario para colocar esos adefesios costos. Y así quedo esa casa…



Las Pléyades (leyenda)

Desde la más remota antigüedad la humanidad acostumbró a observar el cielo, sobre todo, en noches diáfanas y sin luna. Así aprendieron a reconocer las estrellas más luminosas, y a unirlas mediante líneas imaginarias, formando distintas figuras que llamó “constelaciones”. Una de ellas, bastante luminosa, es la formada por siete estrellas brillantes agrupadas cerca de la constelación de Tauro, que dio origen a través de los tiempos a la creación de diversas leyendas, una de las cuales paso a reseñar: En la antigua Grecia, se originó la leyenda de siete hermanas jóvenes y hermosas que le pidieron permiso a la madre para ir a danzar en un claro del bosque próximo a donde vivían; Y cuando lograron la autorización, fueron al lugar indicado y comenzaron a bailar formando rondas y figuras muy delicadas. Detrás de la espesura del bosque que rodeaba el lugar, espiaba al ballet juvenil un oscuro cazador extraviado llamado Orión. Miraba ávida y lascivamente al conjunto juvenil, y cuando pasó cerca una de las ninfas, salió de su escondite e intento atraparla, sin lograrlo, ya que la niña escapó rápidamente.Orión persistió en su intento, y la persiguió obstinadamente; pero habiéndose escapado la bailarina elegida, persiguió a las otras, quienes huyeron despavoridas. Pero como Orión persistiera en su intento, las ninfas invocaron a Zeus (el padre de todos los Dioses) pidiéndole auxilio. Éste se compadeció de las niñas y fue transformándolas, una por una, las que estaban por caer atrapadas por Orión, en palomas, que de inmediato alzaron vuelo.Cuando fueron convertidas en palomas, todas las ninfas, volaron tan alto que llegaron al cielo, donde Zeus las volvió a transformar, pero esta vez en estrellas luminosas, que quedaron fijas en el cielo. Así transformadas éstas estrellas quedaron cercanas unas de las otras, siendo bastante luminosas, y formando una constelación que lleva el nombre de “Las Pléyades”.Pero Zeus también elevó al cielo la figura de Orión, y creó varias estrellas en las proximidades de las Pléyades, las que unidas por líneas imaginarias, dibujaron la constelación de Orión, en actitud persecutoria; de modo que la persecución a las Pléyades sería eterna…