El palacio de los Tribunales de la ciudad de Buenos Aires es el edificio
emplazado en la manzana comprendida entre las calles Lavalle, Uruguay, Tucumán
y Talcahuano. Fue construido a
principios del siglo XX y diseñado por el arquitecto napolitano Dr. Francesco
Tamburini, quien vivió entre los años 1846 y 1894, y quien fue contratado por
el gobierno argentino de Julio A. Roca. Diseño también el exterior de la
Casa Rosada (sede del P.E. de la Nación ), del Teatro Colón,
del Congreso Nacional, y otros edificios públicos de Córdoba y residencias
privadas.
El palacio de Tribunales lo diseño respetando al máximo las normas
arquitectónicas de los antiguos romanos según los restos del Foro que aún
quedan en pie. Así, en su parte superior colocó dos replicas sintéticas de las
Tablas de la Ley
(ley de las XII Tablas) que fue el 1° Código Civil Romano y del cual derivan
todas las instituciones del Derecho; fueron redactadas a instancia del Tribuno
de la Plebe Terentilo
Arsa (462 A .C.).
Se colocaron en el Foro Romano para su publicidad pero se perdieron posiblemente por el saqueo
de los galos en el 390 A .C.,
y no fueron reestablecidas.
Como decoración de las paredes de los patios interiores del palacio,
Tamburini coloco replicas de las “fasces” que, sobre el hombro izquierdo
portaban los Lictores, que eran funcionarios judiciales que podían azotar o
verberar a los infractores… y hasta decapitarlos con las hachas que sobresalían
de esos “atados”. Siglos mas tardes esos “atados” (fascios) pero de personas, darían
lugar a la palabra “fascismo” (perdón la digresión). Los fascios estaban compuestos por unas veinte
varillas semiflexibles atadas entre si. Con fuertes correas de cuero; y de
entre ellas sobresalía un hacha, todo lo cual era un símbolo del imperium que
ejercían los lictores. Las varillas eran para azotar (flagelar) y las hachas
para ejecutar a los mas díscolos, aunque en los anales romanos no se registran
ejecuciones (amputaciones, decapitaciones) cumplidas por estos funcionarios.
Los lictores eran fundamentalmente un cuerpo de custodia de algún magistrado: a
los cónsules les correspondían 12, y a los dictadores (nombrados por el Senado)
24. Los pretores tenían 6, y el último de la fila que formaban era el “próximas
lictor” y solía ser el de más confianza. Fuera de Roma, los lictores vestían
una tunica escarlata ceñida por un ancho cinturón de cuero tachonado con
adornos metálicos, y dentro de la ciudad vestían togas blancas y portaban fasces
sin hachas (pues allí tenían poder limitado) ya que no podían ejecutar a nadie,
aunque si azotar.
En el frente del edificio, que mira hacia la plaza Lavalle, se abren
tres amplios pórticos, inicialmente abiertos y sin ningún dispositivo para
abrir o cerrar el paso, en clara alusión de que la casa de la Justicia , al estilo
Romano, debía estar permanentemente abierta para que todos los habitantes de la
ciudad puedan entrar y salir libremente para reclamar por sus derechos. Esto
fue así hasta promedios del siglo XX, en que una circunstancia política vino a
dar por tierra con esta garantía republicana...
Pese a que durante su gestión gubernativa, Frondizi se convirtió en un
dócil y obediente ejecutor de las voluntades del Ejercito, esto no impido que
los altos mandos de éste organismo promovieran un movimiento sedicioso que
resultó triunfante.
A los 4 años y medio de su periodo presidencial, un grupo de oficiales
superiores del Ejército irrumpieron en la
Casa Rosada ; depusieron a Frondizi del
cargo que ejercía y dispusieron su inmediato traslado (en calidad de detenido)
a la cárcel militar de la Isla Martín
García, en la desembocadura del Río Uruguay en el de la Plata. Entre tanto los
oficiales sediciosos probaban en la Casa
Rosada el confort y lo mullido del Sillón Presidencial,
atribuyéndose entre ellos las mejores prebendas…
Como la labor del gobierno se había dedicado a traicionar
sistemáticamente todas y cada una de las proposiciones blandidas por Frondizi
en su campaña proselitista, el vicepresidente Dr. Alejandro Gómez renuncio a su
cargo, abandonándolo de forma definitiva: en la ocasión no había
vicepresidente.
El Senado Nacional estaba presidido, internamente (por ausencia del
vicepresidente de la Nación )
por el primer vice del cuerpo, el Senador José María Guido; y en virtud de la
dispuesta por la ley de Acefalía, en caso de ausencia de los miembros del P.E.
a el le correspondería la presidencia de la Nación Argentina.
Nadie conocía la fisonomía de Guido: de modo que el día siguiente de la
asonada, cuando este accedió al Palacio de Tribunales y subió hasta el 4° piso
(donde están las dependencias de la
C.S .J.N.) nadie se apercibió de esa presencia. La Corte estaba reunida en
pleno, Guido se metió en el medio y exhibiendo sus credenciales, se dio a conocer,
pidiendo se lo autorizara a asumir la 1° magistratura que le correspondía en
virtud de la “ausencia” del presidente, la inexistencia de “vice” y lo
dispuesto de la Ley
nº25.716 de Acefalía.
Tras breve deliberación, la C.S .J.N.
le tomo el juramento de rigor, y así Guido se convirtió en Presidente
Constitucional de la Nación Argentina.
Obviamente, si no hubiera logrado acceder al Palacio, o si se le hubiera
impedido llegar a las dependencias de la Corte , distinta hubiera resultado la historia…
La gestión gubernativa, que duró un año y medio,
fue una labor anodina. Siguió obtemperando dócilmente la voluntad de la cúpula
militar, mientras el verdadero titular del P.E. se encontraba privado de su
libertad, internado en una prisión militar dentro del territorio Nacional.
Durante el año y medio que duro esta gestión, absolutamente nadie cuestiono
esta aberración jurídica que significaba esa situación, probablemente porque
nadie quería asumir la defensa de un ex mandatario que había resultado un aranoso
traidor. Al año y medio, cuando expiro el plazo del periodo presidencial que le
había correspondido, Frondizi, desde la cárcel, emitió una “declaración” dando
por concluido su periodo presidencial (como si hubiera ejercido hasta ese
momento), lo que implicaba roborar el
despojo que se había cometido, y entonces fue puesto en libertad.
De esta suerte hicieron colocar, obturando los
tres accesos principales, amplias chapas de bronce (que pintaron de verde
oscuro) cerrando el hall “de los Pasos Perdidos” dejando la estatua-alegoría de
la diosa Temis en su interior, con pequeñas puertas en su parte inferior para
que por ellos pase una sola persona, si la abren para permitir su paso… Así,
con tal de controlar a voluntad, el acceso al Palacio, los militares no
tuvieron reparos en arruinar la bella arquitectura del frontispicio del
edificio, gastando el dinero del erario para colocar esos adefesios costos. Y
así quedo esa casa…
Increíble historia, papi, que gracias a Alessandro (tu nieto) es compartida para todos a traves de internet. El orgullo que siento al tenerte como padre y al tener a Ale como hijo, no me cabe en el pecho. Gracias a los dos por enriquecer mi vida en todo momento y la vida de todos con estos relatos tan valiosos. Los amo!
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